El impacto del propio virus, las condiciones sociales provocadas por el aislamiento y la crisis económica, han repercutido en la salud mental. Desde la perspectiva de la Medicina Tradicional China (MTC) se pueden utilizar distintas herramientas de cómo afrontarlo. Por supuesto, sin ignorar la importancia del enfoque y manejo de la medicina alopática.
Actualmente, la prioridad es evitar futuros contagios, reducir la mortalidad y cuidar los trastornos del estado de ánimo que impactan nuestra calidad de vida. Una vez que hayamos superado esta crisis sanitaria, se espera que seamos más conscientes de las consecuencias que tiene nuestra forma de vida, pensamientos y emociones, sobre nuestro sistema inmune. Durante estos momentos donde nos invade el miedo, el estrés, los malos hábitos alimenticios, el sedentarismo y el uso de drogas, pueden gatillar cambios en nuestra homeóstasis. La acupuntura tiene capacidad inmunomodulador, puede ser un excelente aliado preventivo, ya que actúa sobre el sistema nervioso autónomo disminuyendo las situaciones de estrés. Además, para tratar síntomas que nos afectan producto de la pandemia.
La Medicina Tradicional China (MTC) explica la enfermedad a partir de la teoría del yin y el yang, la teoría de los 5 elementos, los meridianos y las vísceras. En la MTC la depresión, estados de ansiedad y/o trastornos del sueño, los principales órganos afectados a nivel energético son el hígado y el corazón. También podrían estar involucrados otros órganos.
La Acupuntura es una técnica de la MTC que se fundamenta en la inserción y la manipulación de finas agujas estériles en puntos de acupuntura ubicados en zonas del cuerpo. El objetivo es restaurar la energía y bienestar de las personas.
Desde la perspectiva de la medicina china, la energía defensiva de nuestro cuerpo (energía Wei) se forma en dos órganos, los riñones y el hígado. Esta energía se expande a nuestro cuerpo a través del pulmón. Si estos tres órganos se ven afectados, nuestro sistema defensivo estará debilitado. Por lo tanto, debemos intentar evitar las emociones que los dañan, como la frustración, la rabia, la tristeza, el miedo, el estrés, la incertidumbre o la inseguridad. Las emociones no se ven pero pueden llegar a ser muy perjudiciales si no aprendemos a identificarlas y ponerles freno. Digamos que la actividad mental favorece la función de cada órgano de nuestro cuerpo, mientras una emoción sostenida en el tiempo debilitará la función de nuestros órganos.
Una parte de la energía defensiva es adquirida, es decir, es una energía que formamos gracias a una buena absorción de los nutrientes a través de lo que comemos y lo que respiramos, por lo que es muy importante mantener una alimentación consciente y fortalecer nuestro sistema de defensas.
Así como las personas se ven afectadas por factores externos y factores a nivel emocional, los órganos también “experimentan” cada una de estas emociones. Si esta emoción se prolonga, eventualmente puede afectar la función del órgano, manifestándose con algunos síntomas y signos en el cuerpo. A continuación se describen las relaciones que hay entre distintas emociones y la energía de algunos órganos de nuestro cuerpo:
El hígado (elemento madera) requiere imaginación, creatividad, planificación y organización para funcionar correctamente, así poder realizar sus funciones defensivas, fortalecer los músculos y tendones. Al contrario, lo que más le afecta son los sentimientos de ira, frustración e impotencia. Influye sobre el sueño y la capacidad para soñar, esto puede dar lugar a insomnio o a una gran cantidad de sueños inquietos. Recomendamos ejercicios activos para controlar estas emociones.
El Riñón (el Agua) necesita encontrarse bajo un estado emocional de seguridad para ejercer sus labores de control de los líquidos orgánicos, el mantenimiento de los huesos, del aparato reproductor y del sistema nervioso. Lo que más perjudica al Riñón es el miedo, la inseguridad, la incertidumbre y el estrés. Cuando estos aparezcan, utiliza un pensamiento tranquilo y sereno, también la meditación puede ayudarte a vencer los miedos. La música clásica, armoniosa y fluida aporta tranquilidad, tan necesaria en estos días.
En los clásicos antiguos, al corazón (elemento fuego) se le llamaba emperador por que todas las demás funciones del organismo dependen de él. La Mente esta relacionada directamente con el corazón, este necesita alegría y vitalidad para funcionar correctamente, busquemos momentos que nos generen alegría, buenos recuerdos. Únicamente la mente y por tanto, el corazón puede “sentir” las emociones. Cada emoción afecta a uno o más órganos, pero solo la mente las reconoce, siente y valora. Por esta razón, todas las emociones acaban afectando al corazón. Por último, la mente del corazón realiza la importante función de coordinar e integrar las diversas partes de nuestra vida mental-emocional en un conjunto individual. Es en este sentido que el corazón es el “emperador” de los órganos, donde debe integrar, coordinar y en cierto modo controlar la influencia psíquica de los otros cuatro aspectos mentales de los órganos.
El Pulmón (el Metal) necesita orden y limpieza (externa e interna) para realizar sus funciones de oxigenación de la sangre y formación de la energía que nos permite vivir. Lo que más le afecta es la melancolía, la nostalgia y la pena. Si el pulmón no oxigena bien la sangre, nuestras células no van a poder fabricar bien lo que necesitamos para vivir y toda nuestra maquinaria se debilita, muchas veces se expresa como cansancio. Se recomienda ejercitar la respiración.
¿Cómo intentamos no entrar en un estado de pánico ó alerta? Ya sabemos que el estrés prolongado, el miedo e incertidumbre, inhibe la función inmunológica, ¿Qué hacemos para darle un respiro a nuestro sistema? Si queremos mantener nuestra salud física y mental, el autocuidado debe estar presente siempre y aún más en estos tiempos. Actividades como ejercitarnos, meditación, yoga, chi kung (Qigong), nutrición consciente, hierbas medicinales, suplementos nutricionales y acupuntura.
Consumir alimentos ricos en nutrientes y darle importancia a una dieta saludable. Muchas veces nuestra dieta no logra suplir lo que nuestro organismo requiere, evalúe con su médico respecto a cómo optimizar los niveles de vitamina D, zinc y vitamina C. El agua es un elemento muy importante en nuestra salud, ayuda a mantener nuestro sistema funcionando de manera óptima.
La alimentación saludable trae beneficios, no solo para la salud física, sino también para la salud mental. Se ha observado que la forma de alimentarse puede ser un factor que contribuye a la morbilidad psiquiátrica, y que la prevención o el tratamiento de los trastornos psiquiátricos podrían abordarse también a través de la alimentación.
Existen determinados factores que relacionan a la nutrición con los procesos cerebrales, ellos son:
• La importancia de los nutrientes en la formación y la función cerebral.
• El elevado gasto energético que requiere la actividad cerebral.
• El eje intestino-cerebro.
• La capacidad antiinflamatoria y proinflamatoria de algunos nutrientes, y la consecuencia de la neuroinflamación en la pérdida de salud mental.
El cerebro humano demanda una gran proporción de la energía del organismo y es muy sensible a carencias nutricionales, afectando su desarrollo y funciones de forma significativa, y en consecuencia la cognición y la salud mental de las personas.
Un estudio de la Fundación para la Investigación Nutricional, relacionó la nutrición y los procesos cognitivos, así como la interacción entre las emociones y los hábitos alimentarios. Se observó que los niños de 4 años que presentaban dificultades en su alimentación, tanto por déficit como por exceso, rendían peor en las escalas lingüísticas, motora, afectivo-social y en la puntuación total del test psicológico (Rodríguez et. Al, 2008). Los resultados del estudio KrecePlus (Serra Majem, Rodríguez Santos, et. Al, 2003) mostraron una relación significativa entre sobrepeso y las dificultades en el desarrollo psicológico, así como una correlación con la ansiedad y la depresión.
Asimismo, existe una estrecha relación entre el cerebro y el tubo digestivo, concretamente con la microbiota intestinal, que son los microorganismos que habitan el intestino, esta conexión bidireccional es llamada “eje intestino-cerebro”. La perturbación de la estructura normal de la microbiota (disbiosis) se ha asociado a trastornos de depresión, ansiedad, esquizofrenia, autismo, entre otros. Por lo que una alimentación saludable, que incluya probióticos y prebióticos, es fundamental para mantener la relación entre la integridad de la microbiota y la salud mental.
Nutrientes que favorecen la salud mental:
Para la formación y funcionamiento cerebral, es necesario consumir alimentos que aporten los siguientes nutrientes:Carbohidratos de absorción lenta:
El cerebro utiliza glucosa como su principal combustible. Si hay un desequilibrio en su aporte, puede provocar cansancio, irritabilidad, insomnio, falta de memoria, falta de concentración y síntomas depresivos. Pero cabe aclarar, que no es necesario el consumo excesivo de hidratos de carbono y que algunos carbohidratos son mejores que otros como fuente de energía.
Los hidratos de carbono adecuados para favorecer el funcionamiento cerebral son aquellos de liberación lenta, como los carbohidratos complejos presentes en cereales integrales (arroz integral, fideos integrales, harinas integrales y sus derivados, avena), pseudocereales (quínoa, amaranto), legumbres (porotos, garbanzos, lentejas, habas, soja, arvejas), frutos secos (nueces, almendras, pistachos, castañas) y vegetales, o los carbohidratos simples como los de la fruta.
Todos ellos tardan más en digerirse que los carbohidratos refinados presentes en azúcar, arroz blanco, harinas refinadas y todos los alimentos que los contienen, los cuales potencian la inflamación crónica.
Ácidos grasos Omega 3:
El omega 3 es un ácido graso esencial, significa que el organismo no lo puede sintetizar, por lo que debe ser ingerido a través de la alimentación.
Es fundamental para el desarrollo, estructura y mantenimiento del sistema nervioso central, además por su función antinflamatoria, tienen un importante rol en los procesos de neuroinflamación.
Asimismo, se ha demostrado que existe depresión en el embarazo y postparto asociada a la disminución de ácidos grasos omega 3 y que la inclusión de alimentos ricos en este ácido graso y la suplementación, es eficaz como prevención y tratamiento de la depresión materna, además de ser beneficiosa para el desarrollo cerebral del bebé.
La alimentación occidental es deficiente en grasas omega 3, por lo que se recomienda aumentar el consumo de pescados grasos (salmón, atún, sardina, arenque, caballa), nueces, semillas de lino y chía molidas en el momento, aceite de lino, aceite de chía y aceite de canola.
Aminoácidos:
Son las unidades básicas que forman las proteínas y en lo que refiere a la salud mental tienen un importante rol en la síntesis de neurotransmisores, cuya función es transportar información desde una neurona a otra.
Aminoácidos como el triptófano y la tirosina actúan como precursores de algunos de los neurotransmisores más importantes.
El triptófano es precursor del neurotransmisor serotonina, cuya función es regular el balance emocional, sociabilidad, libido y sueño. Su déficit se asocia a mayor probabilidad de depresión, ansiedad, impulsividad, falta de deseo sexual, insomnio y trastornos alimentarios. Este aminoácido se encuentra en alimentos de origen animal y vegetal (soja, quínoa, amaranto, cereales integrales, banana, palta, nueces, semillas, entre otros).
La tirosina es precursor de los neurotransmisores dopamina, adrenalina y noradrenalina. El primero interviene en el control de impulsos, placer, motivación, determinación e instinto y su déficit podría asociarse al consumo problemático de sustancias, decaimiento y apatía.
Los neurotransmisores adrenalina y noradrenalina intervienen en la memoria, la velocidad de pensamiento, el estado de ánimo y la alerta, mientras que su déficit podría asociarse a la depresión, apatía, inactividad, bajo rendimiento y Alzheimer.
La principal fuente alimentaria de la tirosina son los alimentos de origen animal, cereales integrales, pseudocereales, legumbres, entre otros.
Vitaminas y minerales:
Vitaminas del complejo B:
Todas las vitaminas de este grupo tienen un papel fundamental en la salud mental. A destacar, la deficiencia de vitamina B6 y B12 causa pérdida de memoria y depresión, así mismo, la deficiencia de ácido fólico se asocia con malformaciones de tubo neural, trastornos depresivos, confusión, demencia e irritabilidad.
La B6 se encuentra en los garbanzos, pistachos, banana, papa y cereales fortificados.
La B12 está presente en los alimentos de origen animal y alimentos fortificados.
El ácido fólico se encuentra en vegetales de color verde oscuro, legumbres y alimentos fortificados.
Vitamina C:
Ayuda a mantener el equilibrio de los neurotransmisores y su déficit se asocia a depresión y psicosis.
Se encuentra en limones, naranjas, mandarinas, frutillas, pomelo, kiwi, tomate, morrones, apio, entre otros.
Calcio:
Su carencia puede provocar síntomas de ansiedad, irritabilidad y agresividad.
Está presente en los vegetales de hoja verde oscuro bajos en oxalatos como el brócoli, kale, col china, rúcula, en lácteos, legumbres, frutos secos, semillas, alimentos fortificados, entre otros.
Magnesio:
Su déficit presenta síntomas similares al déficit de calcio.
Se encuentra en frutos secos, cereales integrales, pseudocereales, semillas, legumbres, frutas, verduras, cacao, entre otros.
Hierro:
La disminución en la biodisponibilidad de hierro en el cerebro afecta la producción de neurotransmisores, así como las funciones cognitivas de memoria y aprendizaje.
Está presente en carnes, huevo, legumbres, vegetales de hoja verde oscura, alimentos fortificados, entre otros.
Zinc:
Su carencia se ha asociado con la depresión, confusión, falta de motivación y de concentración.
Son alimentos fuente de zinc los quesos, carnes, legumbres, germen y salvado de trigo, arroz integral, avena, semillas de calabaza, entre otros.
Antioxidantes:
Alimentos ricos en flavonoides, específicamente flavonas y antocianinas, presentes en las frutillas, arándanos, naranjas, manzanas, apio y morones, muestran un efecto protector ante el deterioro cognitivo.
Alimentos y sustancias que perjudican la salud mental:
Carbohidratos de absorción rápida:
A mayor ingesta de carbohidratos refinados, se presenta mayor dificultad para mantener niveles sanguíneos de glucosa sostenidos, provocando un menor cociente de inteligencia, agresividad, ansiedad, hiperactividad, déficit de atención, depresión, trastornos de la alimentación y cansancio.
Asimismo, niveles de glucosa por encima del umbral máximo se asocia a la neuroinflamación.
Los carbohidratos refinados se encuentran en el azúcar, harinas refinadas y sus derivados, productos ultraprocesados (gaseosas, jugos de caja, golosinas, galletitas, alfajores, etc.), entre otros.
Alcohol:
Según la Organización Mundial de la Salud (OMS), existe una relación causal entre el consumo nocivo de alcohol y una serie de trastornos mentales y comportamentales.
Estimulantes:
Existe una asociación entre el consumo elevado de café y la presencia de ansiedad, estrés y depresión. El café, además de cafeína contiene otros estimulantes como la teofilina y la teobromina que pueden alterar los patrones de sueño.
El té negro contiene aproximadamente la misma cantidad de cafeína que el café, por lo que resulta igualmente estimulante.
Las bebidas sabor cola y energéticas contienen altas concentraciones de cafeína y generalmente exceso de azúcar por lo que su efecto estimulante también es importante.
El mate, también es considerado una bebida estimulante por su concentración de cafeína.
El chocolate contiene teobromina y cafeína, además, muchos contienen exceso de azúcar, lo que lo hace aún más estimulante y dañino. Sin embargo, a diferencia de los chocolates con baja concentración de cacao, se ha relacionado el consumo de chocolate negro con 70% o más de cacao, con la mejora de la función cognitiva.
Por lo tanto, se recomienda aumentar la ingesta de los alimentos que favorecen la salud mental y evitar o moderar el consumo de aquellos que la perjudican.
Además de considerar la calidad nutricional de los alimentos, también es importante ordenar los horarios de las comidas, realizar actividad física y descansar lo suficiente para el cuidado de la salud mental.
En los tiempos que corren, abrir los ojos una sola vez en la mañana e iniciar el día desde una noche de sueño reparador (para lo cual hay ciertas condiciones ) es cada vez más difícil…la mayoría de la gente – incluidos chicos y chicas desde aproximadamente, los 10 años de edad ! – no despierta en la mañana en una secuencia ordenada y una sola vez, sino que se describen múltiples “despertares parciales” durante la noche, interrupciones de la ensoñación (es decir cuando se está en medio de un sueño) muchas veces abruptas porque llegan mensajes o correos durante la noche y el celular “avisa” de ello o – lo más preocupante- por un problema descrito como algo “interno” y además crónico, algo así como “una dificultad constante para desconectarse”, una ansiedad y alerta permanentes casi imposibles de disminuir, la que muchas veces les impide hasta conciliar el sueño, o una vez dormidos, los lleva a chequear una y otra vez si hay algún cambio de estado en el muro de alguien, o si les han llegado determinadas actualizaciones, incluso si conscientemente se han propuesto no hacerlo. La mayoría reporta dormir poco y dormir mal… y se describe poder lograr “enganchar con el sueño” solamente cuando faltan solo un par de horas para que suene la alarma “oficial” o se encienda el tv para despertarlos e iniciar la jornada laboral o escolar. La palabra “enganche” aquí parece crucial. Veamos, ¿en qué consiste “enganchar” o poder “desengancharse”?¿ A que cosas nos enganchamos, por qué y cómo ?
A nivel emocional la mayoría de las personas tenemos una comprensión intuitiva acerca de que significa “enganchar”, “quedarse pegado”: en buenas cuentas, priorizar y destinar recursos corporales emocionales y mentales a algo y “permanecer en ese algo” (actividad, sentimiento o conducta)… Si lo vemos así, en sí mismo no es algo inadecuado. Que tus alumnos se “enganchen” con tu clase es el sueño de cualquier profesor. Pero el “enganche” también necesita un “des- enganche”. En mundo es una colección diversa de estímulos y sucesos y la supervivencia y adaptación al cambio es la capacidad de cambiar, de modificar estados y que a su vez que duren “lo suficiente” y no quedarnos sin poder “des- engarcharnos” de ellos y perdernos el resto de la realidad. El equilibrio entre “enganche” y “des- enganche” entonces, es lo que filosóficamente podríamos llamar “libertad”… ser libres es poder lograr la capacidad de pasar de un estado a otro de manera “voluntaria” y consciente. ¿Es eso posible? ¿cuáles son las bases que lo permiten?.
El “enganche” tiene una poderosa base fisiológica que nos acompaña desde el inicio de los tiempos y que ha tenido un papel central en la supervivencia de nuestra especie, pero es en el equilibrio de los mecanismos que lo sustentan que se cimienta nuestra posibilidad de comportarnos y sentirnos libres. La relación entre los mecanismos de tipo interno y el efecto que sobre ellos nos producen los acontecimientos que nos rodean, es la base de este equilibrio. Lamentablemente, nuestros actuales estilos de vida están haciendo cada vez más difícil la mantención de este equilibrio y a consecuencia de ello, el “enganche” supera ampliamente a su contraparte.
Las secuelas de este desequilibrio tienden a generar huellas biológicas que predisponen al organismo a buscar constantemente el “enganche” en diversas interacciones que la persona tiene normalmente en su vida (como la alimentación, consumo de cualquier sustancia, relaciones personales, búsqueda de nueva información) orientándolo a que disponga recursos para esa búsqueda por sobre otros aspectos de la vida.
El efecto bioquímico de satisfacción de momentánea “alivio” al acceder a lo que me produce el “enganche” es cada vez de menor duración e incluso intensidad, lo que hace entrar en un ciclo de “enganche” ya no directamente con lo que me he “enganchado”, sino con la búsqueda en si misma del logro de la satisfacción producida por el “enganche” , que es de lo que ya no me puedo “des – enganchar”. A la cronificación de esa imposibilidad fisiológica de “des- engancharse” se le ha llamado Adicción.
En esencia ¿que produce ese “enganche”? ¨Para entender esto, vamos a centrarnos en la noción de “Homeostasis Dopaminérgica” que en esencia nos dice que cuando de manera frecuente “inundamos” nuestros organismos con demasiada dopamina, al pasar el tiempo este hace “ajustes moleculares” a los receptores de dopamina que se encuentran en nuestros cerebros y eso compromete la capacidad de estos para que el efecto de la dopamina siga siendo el mismo, necesitándose destinar recursos corporales, emocionales y hasta cognitivos para la búsqueda de situaciones que nos expongan a lograr mayores niveles de Dopamina para volver a causarnos un efecto y así sucesivamente, lo que cronifica la situación.
Vivimos en un mundo donde los estilos de vida socialmente aceptados y propiciados por las campañas de marketing por ejemplo – y sustentados en el análisis de nuestra interacciones digitales por parte de algoritmos que logran reconocer nuestros gustos y debilidades y generar una burbuja de enganche para guiar nuestro consumo por ejemplo – son un factor de riesgo para todos. ¿Significa eso que la vida cotidiana hoy nos llevaría directamente a la adición? ¿la revisión de novedades publicadas por nuestro contactos en Twitter o Instagram nos está llevando al consumo de drogas?. Para responder esto hay que aclarar que a su vez qué, como todos los sistemas de este planeta, somos Sistemas Complejos, y en nuestro cambio y existencia se involucran Factores Precipitadores y Factores Moduladores.
Estamos constituidos por dimensiones interactuantes (lo que le pasa a nuestro cuerpo afecta nuestro estado “mental” y viceversa, las emociones afectan nuestro organismo y el dolor físico afecta por ejemplo a nuestras emociones) que además reciben influencias sobre nuestro medio ambiente e influyen sobre él, convirtiendo a nuestro actuar personal, en un factor medio ambiental de las otras personas.
Entonces, si bien entonces la Dopamina (y el equilibrio de los mecanismos que modulan su rol) está a la base de conductas que podrían calificarse como adictivas, la situación es más compleja. Sabemos que la Dopamina es un Neurotransmisor producido por el propio organismo, que produce efectos en diversas partes del sistema nervioso, incluyendo su función como neurohormona liberada por el hipotálamo, desempeñando un importante rol en la cognición, la actividad motora (participa de los mecanismos que al alterarse están involucrados en la enfermedad de Parkinson), el sueño, la atención y el aprendizaje, ello desde su crucial función a la base de la motivación y la recompensa, afectando de manera directa nuestra conducta.
Conocidos son los ya clásicos experimentos de condicionamiento con animales, donde pueden observarse que las respuestas físicas de las neuronas dopaminérgicas que normalmente se presentan frente a recompensas inesperadas (estímulos incondicionados) se trasladan a otros estímulos (condicionados) después de repetir una asociación mediada por recompensa. Como seres humanos, podemos exhibir ciertos condicionamientos funcionales que son un ahorro de energía y recursos: como cerrar la puerta sin pensar, hacer los cambios al manejar o recordar las tablas de multiplicar, que nos ahorran tiempo y energía pero que no son suficientes por si mismos para llevar a cabo todos los niveles involucrados en las tareas que desarrollamos. Por ejemplo recordar las tablas (aprenderlas cantando cuando niños y luego recitarlas de manera memorística) solo es útil si sabemos realizar los pasos de una multiplicación y esta solo es útil realmente si la aplicamos para abordar un problema como el porcentaje de incremento al pedir un préstamo y tomar la decisión de qué banco nos conviene y en qué época del año hay menor tasa de interés. Solo recordar las tablas, solo aprender los pasos de multiplicar, por si mismos no son un aprendizaje significativo, aunque son de utilidad para llevar a cabo algo complejo de manera más funcional. La dopamina media en estos condicionamientos ciertamente, pero nuestro cerebro es mucho más complejo. En el caso de los aprendizajes descritos, tomar decisiones involucra modulación emocional: si veo una motocicleta que me gusta pido un préstamo y la compro. Si tengo desarrollada la Autoregulación, espero a tener dinero suficiente, o averiguo costos y beneficios, analizo lo del préstamo, donde pedirlo y cuando me conviene más hacerlo. Los humanos en nuestra adultez tenemos la posibilidad de haber conectado las estructuras neurales que nos capacitan para eso (auto regularnos). La motocicleta puede gustarnos a varias personas y pudiendo decidir comprarla, algunos lo hacen y otros no. Hay una base dopaminérgica en ambos casos, pero las respuestas son diferentes. ¿Por qué?
Aquí entran los Factores de Riesgo, los Factores Moduladores y los Precipitadores.
Vivimos en un mundo donde se procura el “enganche” la recompensa, ello a través de anuncios, imágenes, correos electrónicos, la oferta de comidas rápida alta en azúcar y grasa, y donde hasta se promueve que la aceptación de nuestra imagen corporal sea reafirmada en Instagram o simplemente el sentirnos aceptados en un determinado grupo o acompañados a través de un “like” en el muro de Facebook.
Eso nos mantiene en una especie de loop de repetición constante, de búsqueda de activación Dopaminérgica. El Riesgo ahí es el incremento de la frecuencia de recompensas propiciadas por los medios digitales, pero los Moduladores cumplen un papel esencial respecto de los motivos iniciales que nos llevan a involucrarnos con estos medios en busca de recompensa a falta de otras cosas en nuestras vidas que nos la generen y la ausencia de estados de estabilidad bioquímica como dosis de Oxitocina a través de interacciones familiares, amistad o amor, en resumen carencias en cuanto a Apego, en cuanto a pertenencia e identidad, y en muchos casos, un escaso sentido existencial. Sin estos, el Riesgo se incrementa y finalmente la situación se Precipita, cuando además aparecen en escena otras variables como incrementos en el Stress por dificultades económicas, enfermedad de un familiar, rompimiento de pareja, carencias en redes de apoyo social entre otras (a veces varias de tales situaciones al mismo tiempo) en los Adultos, o en el caso de Niños y Adolescentes, la exposición al “enganche Dopaminérgico” al estar cursando periodos sensibles, tales como el de como alta neuro plasticidad y organización neural en proceso en el caso de la primera infancia, o re estructuraciones de las conexiones neurales (del Conectoma) experimentadas durante la pubertad y adolescencia incrementa el Riesgo.
Las etapas previas a la adultez, son en las que además los procesos neurobiológicos que permiten el desarrollo de Funciones ejecutivas (capacidades para “Regularnos Emocionalmente”, es decir sentir algo emocionalmente pero procesarlo y pensar consecuencias antes de actuar, la “Memoria de Trabajo” o sea concentrarnos en algo “siguiendo el hilo” de una secuencia mientras hacemos o nos explican algo) están en curso pero aún no logramos desarrollar conexiones entre las áreas donde sentimos algo y aquellas donde reflexionamos a cerca de lo que sentimos, es decir las conexiones entre las áreas basales del cerebro (donde nos llega lo que el cuerpo siente o lo que le pasa al interactuar con otros o su medio ambiente) de las áreas superiores como la corteza pre – frontal, con la cual al conectarnos, podemos tener conductas más basadas en la reflexión y controlar más nuestra impulsividad.
Durante las etapas previas a la adultez, la materia blanca (sustancia que consolida estas conexiones sirviendo como una suerte de “aislante” axónico que mejora la conducción y comunicación entre las neuronas) aún está en proceso de distribución, lo que se asocia a inestabilidad entre las conexiones, conductas más caóticas e impulsivas y dificultades para poner un “freno emocional” a lo que hacemos. Si desde estas edades nos vemos expuestos constantemente al “enganche” de los medios digitales sociales, este será mayor y más rápido que en edades adultas (etapa en que si no estuvimos expuestos a esto desde pequeños, su efecto es menor, porque ya estamos más estabilizados en cuanto a conexiones neurales y organización cerebral; somos menos neuroplásticos que un niño o un adolescente) y eso marcará un estilo de relación que “contaminará” nuestras interacciones sociales, marcando la manera en que nuestro sistema nervioso irá habituándose a relacionarse con las cosas: si estamos orientados hacia el “enganche dopaminérgico constantemente” nuestros tiempos de atención bajarán, nuestra capacidad de poder “soportar” una clase o incluso una conversación y seguir un argumento en profundidad disminuirán, las cosas se percibirán como mas aburridas, lentas y carentes de sentido (lo que perjudicará además de nuestras condiciones para estudiar) buscaremos más actividad, más rápido y con mayor frecuencia, sean estas lecturas en la red (de la que leeremos solo títulos y saltando de un tema a otro sin conexión e indignándonos a ratos con lo que leemos porque no lo entendimos), actividades motoras (haremos cosas rápido sin poner atención a detalles y cambiando de una actividad a otra … a esto le suelen decir “multitasking“ como si fuera algo positivo y en otros casos realizando actividades peligrosas “subidas de adrenalina” se dice en deportes extremos, también otras actividades no deportivas que conduzcan a lo mismo), o actividades sociales, con muy poca tolerancia a la frustración (y la frustración se dará por cosas que en otra condición neurobiológica no habría significado frustración o enojo), haremos comentarios impulsivos en la red e insultaremos a muchos, lo que interferirá con nuestras posibilidades de mantener relaciones y afectos, lo que a su vez nos hará sentirnos traicionados o solitarios, estado que a su vez profundizará más nuestra necesidad de búsqueda bioquímica con algo que “nos enganche”, en un círculo vicioso de repetición.
Técnicamente, esto no nos llevará a consumir “drogas o alcohol”, pero estos patrones de conducta son en si mismos un Riesgo, y si sumamos otras capas de factores como “el abandono digital” (niños pequeños a lo que se les pasa el celular para que “se entretengan solitos y no molesten”) una suerte de “negligencia oculta” donde existen graves secuelas en cuanto a la desconfiguración temprana de lo que se ha llamado “cerebro social”, es decir los circuitos neurales involucrados en reconocimiento de rostros y emociones, hacer inferencias desde los gestos y posturas corporales lo que otra persona está pensando (la “teoría de la mente”) y desarrollar empatía y apego, aquello que se genera solamente a través de interacciones directas con otros (principalmente padres y cuidadores tempranos) abrazándolos, escuchando su tono de voz mientras se observan sus gestos, aprendiendo a distinguir cuando una posición física implica una determinada emoción, etc., no a través de interacciones mediante redes sociales donde se carece de esas dimensiones directas, entonces la situación pasa a ser preocupante y eventos de menor nivel de estrés pasan a serPrecipitadores tan poderosos como el abandono real, maltrato o abuso.
Si bien muchas veces cuando experimentamos vaivenes en nuestras vidas pasamos condiciones que afectan el equilibro entre el “enganche y el des – enganche” la diferencia es cuan temprano nos vimos expuestos a Riesgo: si nuestras conexiones neurales y autoregulación ya estaban desarrolladas o no (como el caso de la exposición temprana a “Interacciones digitales” ) y si cuando nos vimos expuestos a este hubieron en nuestro entorno presencia de Factores Moduladores que nos ayudaron a encontrar efectos de “alivio al stress”, apego y sentido en nuestra vida (oportunidades de trabajo que ayudaran a superar una situación económica difícil, amistades que nos consolaron tras un rompimiento o perdida, redes de apoyo que nos ayudaron a cuidar un familiar enfermo, un profesor que nos orientó hacia una vocación que ayudó a construir nuestra identidad, si mis padres tienen un trabajo que les da tiempo para compartir en familia de manera cotidiana u otros similares) de manera que el Riesgo no pase a ser un Precipitador que nos pre condicione para no poder interactuar con situaciones que implican bajos a moderados niveles de stress, sin que estos sean para nosotros percibidos por nuestro organismo ya desregulado, como un factor Precipitador.
Hoy sabemos que inclusive si vivenciamos eventos tales como una Agresión Grave, una experiencia cercana a la muerte u otro evento traumático, por sí mismas estas experiencias no constituyen un Precipitador, sino que otras dimensiones como los Factores Moduladores ya señalados y presencia de Autoregulación emocional (si el medio ambiente social, educativo y familiar han entregado condiciones para su desarrollo) son la clave para evitar que una persona llegue a evidenciar Adicción, inclusive en casos de Pre – disposición Genética a la Ansiedad o de neurodesarrollo gestacional bajo la influencia de consumo de drogas, donde la crianza y oportunidades presentes en el Medio Social (interacciones tendientes al apego seguro) pueden regular y disminuir las respuestas ansiosas ante estímulos medio ambientales, a través de cambios epigenéticos que lleguen a silenciar la expresión de los genes asociados, disminuyendo el Riesgo y evitando que experiencias posteriores de la vida lleguen a ser Precipitadores de la Adicción.
Las redes Sociales y en general las interacciones digitales actuales constituyen un factor que hoy no podemos obviar en nuestras vidas. Está claro que han sido diseñadas para promover un “enganche” y sus efectos ya han sido estudiados. Su uso indiscriminado desde etapas tempranas constituye un Riesgo que no podemos negar. Si bien hoy en día se ha llegado a hablar de “Adicción a las Redes Sociales” el comprender que sus alcances van más allá que el “enganche” adictivo solo a ellas, sino que además su uso implica modificaciones a nivel neurobiológico respecto de cómo el organismo procesa señales de su entorno y responde a estas, resulta de suma importancia tanto para padres, como profesores y agentes sociales. Este conocimiento debería guiar nuestras políticas públicas y la creación de protocolos para su uso y de las tecnologías digitales en general. Dependiendo de la etapa del desarrollo, condiciones previas y la presencia o no de factores Moduladores en el entorno inmediato de quienes hacen uso de ellas, sus consecuencias pueden ser diferentes pero en ningún caso puede dejar de considerarse el Riesgo que implican, por lo que el permitir su uso debería pasar por una activa promoción de factores Moduladores yde la Autoregulación, como precauciones Sociales para la mantención de una sana “Homeostasis Dopaminérgica” que pueda garantizar una verdadera libertad de acción en el curso de la vida de los ciudadanos.
Si durante la adolescencia se adoptan comportamientos de riesgo se pueden evidenciar escasas habilidades de vida y una baja autoestima.
La autoestima no puede ser transmitida por los padres y madres del mismo modo que se transmiten los ojos azules o el color de piel; la construye la niña/o, día tras día, con la ayuda de los padres y madres.
La adolescencia es una época especial en nuestras vidas. Ya no somos niños o niñas, pero aún no somos adulto/as. Es durante esta etapa crítica cuando la persona se desprende de la infancia para convertirse en otra persona. Es el periodo en el que se cuestionan los antiguos puntos de referencia en relación con la propia familia y se construyen nuevos valores.
Cuando un adolescente sufre
Este proceso natural de individualización también puede estar asociado al sufrimiento y al conflicto, y por tanto dar lugar a comportamientos especialmente arriesgados. Estos comportamientos están vinculados a la búsqueda de independencia y autonomía, pero también son una forma ambivalente de pedir ayuda. Sin embargo, debemos recordar que estos comportamientos nunca son inofensivos y que pueden tener consecuencias desastrosas.
La autoestima: un factor de protección
Los y las adolescentes que tienen comportamientos de alto riesgo suelen tener habilidades psicosociales poco desarrolladas y una baja autoestima. Estos comportamientos incluyen principalmente el abuso de sustancias, la violencia autodirigida y el comportamiento sexual de riesgo.
Por supuesto, se trata de generalidades: una buena imagen de sí mismo/a no es un escudo protector infalible contra los comportamientos de riesgo. Sin embargo, quienes tienen una buena opinión de sí mismos/as suelen tomar mejores decisiones en la vida, incluso en la adolescencia. También son más resistentes y están mejor preparados/as para afrontar las dificultades.
La autoestima se construye desde la infancia, gracias a la familia.
Fomentar la autoestima y la de los demás, desde la infancia
La autoestima no puede ser transmitida por los padres y madres del mismo modo que se transmiten los ojos azules o el color de piel; la construye la niña/o, día tras día, con la ayuda de los padres y madres. Hay un dicho que dice que una buena educación da a un niño/a raíces para crecer y alas para volar. Es cierto, un niño/a necesita los sólidos cimientos de su familia, así como la confianza en sí mismo/a para dejarla algún día, ¡quizás para empezar una nueva!
Una parte esencial de este proceso es ayudar a nuestros hijos e hijas a desarrollar su autoestima, es decir, la confianza en su capacidad para afrontar los numerosos retos de la vida y la sensación de que tienen derecho a la felicidad. Tener autoestima es tener confianza en nuestra propia valía, confianza en nuestro derecho a ser tratado/a con respeto y simpatía.
La mirada del adulto
Para que un niño o una niña desarrolle una buena imagen de sí mismo/a, es fundamental la mirada atenta y confiada de personas adultas significativas. Si tratas a tu hijo/a con respeto y amor y le aceptas tal y como es, creas un contexto que le permite interiorizar estos mensajes. Poco a poco, esto le permitirá desarrollar el sentido de su propio valor intrínseco y el de los demás.
También hay que respetar la necesidad del niño y del a niña de hacer las cosas por sí mismo/a, a veces equivocándose, porque esto forma parte del proceso de aprendizaje. Hay que evitar intervenir cada vez que tiene un problema, es incluso contraproducente. Las dificultades son inherentes al proceso y superarlas solo es esencial para su desarrollo.
La medida correcta
Fomentar una buena autoestima significa dar a tu hijo/a una visión realista de sus capacidades y su valor. Ni mucho ni poco. Tratar a tu hijo/a como la «octava maravilla del mundo» y dejarle hacer lo que quiera no le hace ningún favor.
De hecho, un exceso de autoestima puede ser tan perjudicial como lo contrario. Los problemas de violencia escolar y bullying están más relacionados a un problema de autoestima demasiada alta e irrealista que a una falta de autoestima. Ante las frustraciones vinculadas a expectativas poco realistas, las personas con una opinión demasiado elevada de sí mismas son más propensas a mostrar actitudes violentas.
¡La prevención de las adicciones y otros comportamientos de riesgo empieza en la familia!