En los tiempos que corren, abrir los ojos una sola vez en la mañana e iniciar el día desde una noche de sueño reparador (para lo cual hay ciertas condiciones ) es cada vez más difícil…la mayoría de la gente – incluidos chicos y chicas desde aproximadamente, los 10 años de edad ! – no despierta en la mañana en una secuencia ordenada y una sola vez, sino que se describen múltiples “despertares parciales” durante la noche, interrupciones de la ensoñación (es decir cuando se está en medio de un sueño) muchas veces abruptas porque llegan mensajes o correos durante la noche y el celular “avisa” de ello o – lo más preocupante- por un problema descrito como algo “interno” y además crónico, algo así como “una dificultad constante para desconectarse”, una ansiedad y alerta permanentes casi imposibles de disminuir, la que muchas veces les impide hasta conciliar el sueño, o una vez dormidos, los lleva a chequear una y otra vez si hay algún cambio de estado en el muro de alguien, o si les han llegado determinadas actualizaciones, incluso si conscientemente se han propuesto no hacerlo. La mayoría reporta dormir poco y dormir mal… y se describe poder lograr “enganchar con el sueño” solamente cuando faltan solo un par de horas para que suene la alarma “oficial” o se encienda el tv para despertarlos e iniciar la jornada laboral o escolar. La palabra “enganche” aquí parece crucial. Veamos, ¿en qué consiste “enganchar” o poder “desengancharse”?¿ A que cosas nos enganchamos, por qué y cómo ?
A nivel emocional la mayoría de las personas tenemos una comprensión intuitiva acerca de que significa “enganchar”, “quedarse pegado”: en buenas cuentas, priorizar y destinar recursos corporales emocionales y mentales a algo y “permanecer en ese algo” (actividad, sentimiento o conducta)… Si lo vemos así, en sí mismo no es algo inadecuado. Que tus alumnos se “enganchen” con tu clase es el sueño de cualquier profesor. Pero el “enganche” también necesita un “des- enganche”. En mundo es una colección diversa de estímulos y sucesos y la supervivencia y adaptación al cambio es la capacidad de cambiar, de modificar estados y que a su vez que duren “lo suficiente” y no quedarnos sin poder “des- engarcharnos” de ellos y perdernos el resto de la realidad. El equilibrio entre “enganche” y “des- enganche” entonces, es lo que filosóficamente podríamos llamar “libertad”… ser libres es poder lograr la capacidad de pasar de un estado a otro de manera “voluntaria” y consciente. ¿Es eso posible? ¿cuáles son las bases que lo permiten?.
El “enganche” tiene una poderosa base fisiológica que nos acompaña desde el inicio de los tiempos y que ha tenido un papel central en la supervivencia de nuestra especie, pero es en el equilibrio de los mecanismos que lo sustentan que se cimienta nuestra posibilidad de comportarnos y sentirnos libres. La relación entre los mecanismos de tipo interno y el efecto que sobre ellos nos producen los acontecimientos que nos rodean, es la base de este equilibrio. Lamentablemente, nuestros actuales estilos de vida están haciendo cada vez más difícil la mantención de este equilibrio y a consecuencia de ello, el “enganche” supera ampliamente a su contraparte.
Las secuelas de este desequilibrio tienden a generar huellas biológicas que predisponen al organismo a buscar constantemente el “enganche” en diversas interacciones que la persona tiene normalmente en su vida (como la alimentación, consumo de cualquier sustancia, relaciones personales, búsqueda de nueva información) orientándolo a que disponga recursos para esa búsqueda por sobre otros aspectos de la vida.
El efecto bioquímico de satisfacción de momentánea “alivio” al acceder a lo que me produce el “enganche” es cada vez de menor duración e incluso intensidad, lo que hace entrar en un ciclo de “enganche” ya no directamente con lo que me he “enganchado”, sino con la búsqueda en si misma del logro de la satisfacción producida por el “enganche” , que es de lo que ya no me puedo “des – enganchar”. A la cronificación de esa imposibilidad fisiológica de “des- engancharse” se le ha llamado Adicción.
En esencia ¿que produce ese “enganche”? ¨Para entender esto, vamos a centrarnos en la noción de “Homeostasis Dopaminérgica” que en esencia nos dice que cuando de manera frecuente “inundamos” nuestros organismos con demasiada dopamina, al pasar el tiempo este hace “ajustes moleculares” a los receptores de dopamina que se encuentran en nuestros cerebros y eso compromete la capacidad de estos para que el efecto de la dopamina siga siendo el mismo, necesitándose destinar recursos corporales, emocionales y hasta cognitivos para la búsqueda de situaciones que nos expongan a lograr mayores niveles de Dopamina para volver a causarnos un efecto y así sucesivamente, lo que cronifica la situación.
Vivimos en un mundo donde los estilos de vida socialmente aceptados y propiciados por las campañas de marketing por ejemplo – y sustentados en el análisis de nuestra interacciones digitales por parte de algoritmos que logran reconocer nuestros gustos y debilidades y generar una burbuja de enganche para guiar nuestro consumo por ejemplo – son un factor de riesgo para todos. ¿Significa eso que la vida cotidiana hoy nos llevaría directamente a la adición? ¿la revisión de novedades publicadas por nuestro contactos en Twitter o Instagram nos está llevando al consumo de drogas?. Para responder esto hay que aclarar que a su vez qué, como todos los sistemas de este planeta, somos Sistemas Complejos, y en nuestro cambio y existencia se involucran Factores Precipitadores y Factores Moduladores.
Estamos constituidos por dimensiones interactuantes (lo que le pasa a nuestro cuerpo afecta nuestro estado “mental” y viceversa, las emociones afectan nuestro organismo y el dolor físico afecta por ejemplo a nuestras emociones) que además reciben influencias sobre nuestro medio ambiente e influyen sobre él, convirtiendo a nuestro actuar personal, en un factor medio ambiental de las otras personas.
Entonces, si bien entonces la Dopamina (y el equilibrio de los mecanismos que modulan su rol) está a la base de conductas que podrían calificarse como adictivas, la situación es más compleja. Sabemos que la Dopamina es un Neurotransmisor producido por el propio organismo, que produce efectos en diversas partes del sistema nervioso, incluyendo su función como neurohormona liberada por el hipotálamo, desempeñando un importante rol en la cognición, la actividad motora (participa de los mecanismos que al alterarse están involucrados en la enfermedad de Parkinson), el sueño, la atención y el aprendizaje, ello desde su crucial función a la base de la motivación y la recompensa, afectando de manera directa nuestra conducta.
Conocidos son los ya clásicos experimentos de condicionamiento con animales, donde pueden observarse que las respuestas físicas de las neuronas dopaminérgicas que normalmente se presentan frente a recompensas inesperadas (estímulos incondicionados) se trasladan a otros estímulos (condicionados) después de repetir una asociación mediada por recompensa. Como seres humanos, podemos exhibir ciertos condicionamientos funcionales que son un ahorro de energía y recursos: como cerrar la puerta sin pensar, hacer los cambios al manejar o recordar las tablas de multiplicar, que nos ahorran tiempo y energía pero que no son suficientes por si mismos para llevar a cabo todos los niveles involucrados en las tareas que desarrollamos. Por ejemplo recordar las tablas (aprenderlas cantando cuando niños y luego recitarlas de manera memorística) solo es útil si sabemos realizar los pasos de una multiplicación y esta solo es útil realmente si la aplicamos para abordar un problema como el porcentaje de incremento al pedir un préstamo y tomar la decisión de qué banco nos conviene y en qué época del año hay menor tasa de interés. Solo recordar las tablas, solo aprender los pasos de multiplicar, por si mismos no son un aprendizaje significativo, aunque son de utilidad para llevar a cabo algo complejo de manera más funcional. La dopamina media en estos condicionamientos ciertamente, pero nuestro cerebro es mucho más complejo. En el caso de los aprendizajes descritos, tomar decisiones involucra modulación emocional: si veo una motocicleta que me gusta pido un préstamo y la compro. Si tengo desarrollada la Autoregulación, espero a tener dinero suficiente, o averiguo costos y beneficios, analizo lo del préstamo, donde pedirlo y cuando me conviene más hacerlo. Los humanos en nuestra adultez tenemos la posibilidad de haber conectado las estructuras neurales que nos capacitan para eso (auto regularnos). La motocicleta puede gustarnos a varias personas y pudiendo decidir comprarla, algunos lo hacen y otros no. Hay una base dopaminérgica en ambos casos, pero las respuestas son diferentes. ¿Por qué?
Aquí entran los Factores de Riesgo, los Factores Moduladores y los Precipitadores.
Vivimos en un mundo donde se procura el “enganche” la recompensa, ello a través de anuncios, imágenes, correos electrónicos, la oferta de comidas rápida alta en azúcar y grasa, y donde hasta se promueve que la aceptación de nuestra imagen corporal sea reafirmada en Instagram o simplemente el sentirnos aceptados en un determinado grupo o acompañados a través de un “like” en el muro de Facebook.
Eso nos mantiene en una especie de loop de repetición constante, de búsqueda de activación Dopaminérgica. El Riesgo ahí es el incremento de la frecuencia de recompensas propiciadas por los medios digitales, pero los Moduladores cumplen un papel esencial respecto de los motivos iniciales que nos llevan a involucrarnos con estos medios en busca de recompensa a falta de otras cosas en nuestras vidas que nos la generen y la ausencia de estados de estabilidad bioquímica como dosis de Oxitocina a través de interacciones familiares, amistad o amor, en resumen carencias en cuanto a Apego, en cuanto a pertenencia e identidad, y en muchos casos, un escaso sentido existencial. Sin estos, el Riesgo se incrementa y finalmente la situación se Precipita, cuando además aparecen en escena otras variables como incrementos en el Stress por dificultades económicas, enfermedad de un familiar, rompimiento de pareja, carencias en redes de apoyo social entre otras (a veces varias de tales situaciones al mismo tiempo) en los Adultos, o en el caso de Niños y Adolescentes, la exposición al “enganche Dopaminérgico” al estar cursando periodos sensibles, tales como el de como alta neuro plasticidad y organización neural en proceso en el caso de la primera infancia, o re estructuraciones de las conexiones neurales (del Conectoma) experimentadas durante la pubertad y adolescencia incrementa el Riesgo.
Las etapas previas a la adultez, son en las que además los procesos neurobiológicos que permiten el desarrollo de Funciones ejecutivas (capacidades para “Regularnos Emocionalmente”, es decir sentir algo emocionalmente pero procesarlo y pensar consecuencias antes de actuar, la “Memoria de Trabajo” o sea concentrarnos en algo “siguiendo el hilo” de una secuencia mientras hacemos o nos explican algo) están en curso pero aún no logramos desarrollar conexiones entre las áreas donde sentimos algo y aquellas donde reflexionamos a cerca de lo que sentimos, es decir las conexiones entre las áreas basales del cerebro (donde nos llega lo que el cuerpo siente o lo que le pasa al interactuar con otros o su medio ambiente) de las áreas superiores como la corteza pre – frontal, con la cual al conectarnos, podemos tener conductas más basadas en la reflexión y controlar más nuestra impulsividad.
Durante las etapas previas a la adultez, la materia blanca (sustancia que consolida estas conexiones sirviendo como una suerte de “aislante” axónico que mejora la conducción y comunicación entre las neuronas) aún está en proceso de distribución, lo que se asocia a inestabilidad entre las conexiones, conductas más caóticas e impulsivas y dificultades para poner un “freno emocional” a lo que hacemos. Si desde estas edades nos vemos expuestos constantemente al “enganche” de los medios digitales sociales, este será mayor y más rápido que en edades adultas (etapa en que si no estuvimos expuestos a esto desde pequeños, su efecto es menor, porque ya estamos más estabilizados en cuanto a conexiones neurales y organización cerebral; somos menos neuroplásticos que un niño o un adolescente) y eso marcará un estilo de relación que “contaminará” nuestras interacciones sociales, marcando la manera en que nuestro sistema nervioso irá habituándose a relacionarse con las cosas: si estamos orientados hacia el “enganche dopaminérgico constantemente” nuestros tiempos de atención bajarán, nuestra capacidad de poder “soportar” una clase o incluso una conversación y seguir un argumento en profundidad disminuirán, las cosas se percibirán como mas aburridas, lentas y carentes de sentido (lo que perjudicará además de nuestras condiciones para estudiar) buscaremos más actividad, más rápido y con mayor frecuencia, sean estas lecturas en la red (de la que leeremos solo títulos y saltando de un tema a otro sin conexión e indignándonos a ratos con lo que leemos porque no lo entendimos), actividades motoras (haremos cosas rápido sin poner atención a detalles y cambiando de una actividad a otra … a esto le suelen decir “multitasking“ como si fuera algo positivo y en otros casos realizando actividades peligrosas “subidas de adrenalina” se dice en deportes extremos, también otras actividades no deportivas que conduzcan a lo mismo), o actividades sociales, con muy poca tolerancia a la frustración (y la frustración se dará por cosas que en otra condición neurobiológica no habría significado frustración o enojo), haremos comentarios impulsivos en la red e insultaremos a muchos, lo que interferirá con nuestras posibilidades de mantener relaciones y afectos, lo que a su vez nos hará sentirnos traicionados o solitarios, estado que a su vez profundizará más nuestra necesidad de búsqueda bioquímica con algo que “nos enganche”, en un círculo vicioso de repetición.
Técnicamente, esto no nos llevará a consumir “drogas o alcohol”, pero estos patrones de conducta son en si mismos un Riesgo, y si sumamos otras capas de factores como “el abandono digital” (niños pequeños a lo que se les pasa el celular para que “se entretengan solitos y no molesten”) una suerte de “negligencia oculta” donde existen graves secuelas en cuanto a la desconfiguración temprana de lo que se ha llamado “cerebro social”, es decir los circuitos neurales involucrados en reconocimiento de rostros y emociones, hacer inferencias desde los gestos y posturas corporales lo que otra persona está pensando (la “teoría de la mente”) y desarrollar empatía y apego, aquello que se genera solamente a través de interacciones directas con otros (principalmente padres y cuidadores tempranos) abrazándolos, escuchando su tono de voz mientras se observan sus gestos, aprendiendo a distinguir cuando una posición física implica una determinada emoción, etc., no a través de interacciones mediante redes sociales donde se carece de esas dimensiones directas, entonces la situación pasa a ser preocupante y eventos de menor nivel de estrés pasan a serPrecipitadores tan poderosos como el abandono real, maltrato o abuso.
Si bien muchas veces cuando experimentamos vaivenes en nuestras vidas pasamos condiciones que afectan el equilibro entre el “enganche y el des – enganche” la diferencia es cuan temprano nos vimos expuestos a Riesgo: si nuestras conexiones neurales y autoregulación ya estaban desarrolladas o no (como el caso de la exposición temprana a “Interacciones digitales” ) y si cuando nos vimos expuestos a este hubieron en nuestro entorno presencia de Factores Moduladores que nos ayudaron a encontrar efectos de “alivio al stress”, apego y sentido en nuestra vida (oportunidades de trabajo que ayudaran a superar una situación económica difícil, amistades que nos consolaron tras un rompimiento o perdida, redes de apoyo que nos ayudaron a cuidar un familiar enfermo, un profesor que nos orientó hacia una vocación que ayudó a construir nuestra identidad, si mis padres tienen un trabajo que les da tiempo para compartir en familia de manera cotidiana u otros similares) de manera que el Riesgo no pase a ser un Precipitador que nos pre condicione para no poder interactuar con situaciones que implican bajos a moderados niveles de stress, sin que estos sean para nosotros percibidos por nuestro organismo ya desregulado, como un factor Precipitador.
Hoy sabemos que inclusive si vivenciamos eventos tales como una Agresión Grave, una experiencia cercana a la muerte u otro evento traumático, por sí mismas estas experiencias no constituyen un Precipitador, sino que otras dimensiones como los Factores Moduladores ya señalados y presencia de Autoregulación emocional (si el medio ambiente social, educativo y familiar han entregado condiciones para su desarrollo) son la clave para evitar que una persona llegue a evidenciar Adicción, inclusive en casos de Pre – disposición Genética a la Ansiedad o de neurodesarrollo gestacional bajo la influencia de consumo de drogas, donde la crianza y oportunidades presentes en el Medio Social (interacciones tendientes al apego seguro) pueden regular y disminuir las respuestas ansiosas ante estímulos medio ambientales, a través de cambios epigenéticos que lleguen a silenciar la expresión de los genes asociados, disminuyendo el Riesgo y evitando que experiencias posteriores de la vida lleguen a ser Precipitadores de la Adicción.
Las redes Sociales y en general las interacciones digitales actuales constituyen un factor que hoy no podemos obviar en nuestras vidas. Está claro que han sido diseñadas para promover un “enganche” y sus efectos ya han sido estudiados. Su uso indiscriminado desde etapas tempranas constituye un Riesgo que no podemos negar. Si bien hoy en día se ha llegado a hablar de “Adicción a las Redes Sociales” el comprender que sus alcances van más allá que el “enganche” adictivo solo a ellas, sino que además su uso implica modificaciones a nivel neurobiológico respecto de cómo el organismo procesa señales de su entorno y responde a estas, resulta de suma importancia tanto para padres, como profesores y agentes sociales. Este conocimiento debería guiar nuestras políticas públicas y la creación de protocolos para su uso y de las tecnologías digitales en general. Dependiendo de la etapa del desarrollo, condiciones previas y la presencia o no de factores Moduladores en el entorno inmediato de quienes hacen uso de ellas, sus consecuencias pueden ser diferentes pero en ningún caso puede dejar de considerarse el Riesgo que implican, por lo que el permitir su uso debería pasar por una activa promoción de factores Moduladores yde la Autoregulación, como precauciones Sociales para la mantención de una sana “Homeostasis Dopaminérgica” que pueda garantizar una verdadera libertad de acción en el curso de la vida de los ciudadanos.