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Mº de los Angeles Lobos Palacios, Psicóloga (Universidad de Chile). Directora Centro Tratamiento Ambulatorio Dianova, Viña del Mar
Recientemente la Organización Mundial de la Salud (OMS) reveló en su informe, “Depresión y otros Desórdenes Mentales Comunes”, que Chile se encuentra dentro de los países con más trastornos del ánimo en la región. Más de un millón de chilenos sufre ansiedad y 850 mil tienen depresión. La prevalencia de síntomas depresivos casi se triplican en mujeres y en general los trastornos de salud mental tienden a afectar más a este sector de la población (Ministerio de Salud, MINSAL, 2010; Vicente, B. y colaboradores, 2002).
Dentro de los trastornos de salud mental, el consumo problemático de drogas ha adquirido mayor visibilidad en los últimos años en la población femenina. Es un fenómeno complejo y multicausal, y tiende a estar entrelazado con otras problemáticas de índole psicosocial. De las 54 mujeres tratadas el año 2016, en el Centro de Tratamiento Ambulatorio Dianova Viña del Mar, un 83% tiene antecedentes de violencia intrafamiliar y/o abuso sexual1 (Sistema de Información y Gestión de Tratamiento, SISTRAT, 2016).
El objetivo del presente artículo es evidenciar la estrecha relación existente entre los trastornos por usos de sustancias (TUS) y las violencias contra las mujeres (VCM), así como los modos en que ambos fenómenos se concatenan, desde una perspectiva de género.
El situarse desde un enfoque de género permite dar cuenta de los efectos de la socialización de género e implica identificar las problemáticas específicas que aquejan a las mujeres que acuden a nuestros centros y los efectos de haber sido socializadas como tales, incluyendo las repercusiones en su trayectoria de consumo (motivaciones, procesos de recaídas, patrones de consumo, etc.). El género es una construcción simbólica -por ende cuestionable y mutable- basado en la diferencia de los sexos, que incide en la constitución subjetiva, crea identidad y dicta pautas de comportamiento. Históricamente se ha evidenciado una desigualdad estructural entre hombres y mujeres, producto de una subvaloración del género femenino (Martínez, 2008) Descargar Lectura Completa
Un ser ocupacional es un ser que realiza actividades con propósito y significado para sí mismo. En el ejercicio de tales actividades experimenta por si misma sus limitaciones y capacidades, construyendo su identidad ocupacional y asumiendo roles vitales (padre, madre, estudiante, trabajador) (1).
La capacidad para actualizar o poner en práctica esa identidad ocupacional, se le llama competencia ocupacional. Esta implica planificar y organizar determinadas actividades específicas asociadas a las necesidades que espera cubrir, implicadas al ejercicio de ciertos roles (1).
Entonces, mientras la identidad ocupacional se refiere a cómo la persona siente y piensa acerca de si misma como ser ocupacional, la competencia ocupacional es la puesta en práctica de la identidad ocupacional a través de conductas que implican lo neuromuscular, integración sensorial, cognitiva, psicológica y social. De este modo la persona logra su máxima adaptación, lo cual refleja un equilibrio ocupacional entre el trabajo, el tiempo libre y el autocuidado (1).
Cuando una persona está involucrada en el consumo problemático de drogas, presenta serias dificultades para organizar y ejecutar una rutina que tenga equilibrio en el desempeño ocupacional, es decir, entre las actividades productivas, de diversión y autocuidado (1). Al prestar atención a la organización del tiempo utilizado en actividades diarias específicas, la persona con consumo de alcohol/drogas presentaría una historia ocupacional desequilibrada o disfuncional (1). Probablemente su identidad ocupacional y su competencia ocupacional están viéndose afectadas.
La identidad ocupacional se refiere a cómo la persona piensa y siente acerca de si misma como un ser ocupacional (1). Involucra:
Tener metas personales y proyectos
Un estilo de vida ocupacional
Esperar el éxito
Aceptar responsabilidades
Valorar habilidades y limitaciones
Tener compromisos y valores
Reconocer identidades y obligaciones
Tener intereses
Haberse sentido eficaz (pasado)
Haber encontrado sentido / satisfacción en su estilo de vida (pasado)
Haber realizado elecciones ocupacionales (pasado)
La competencia ocupacional es la capacidad que tiene una persona para actualizar o poner en práctica una identidad ocupacional de modo que produzca satisfacción para sí mismo y cubra las demandas del ambiente (1). Contempla el mantener un patrón de rutina ocupacional que cubra roles, genere satisfacción, permita la expresión de intereses y conlleve además el cumplimiento de estándares personales (1). De este modo, el equilibrio ocupacional se ve mermado. La competencia ocupacional implica:
Mantener un Estilo de Vida Satisfactorio
Cumplir con las expectativas de sus roles
Trabajar hacia metas personales
Cumplir con los estándares de rendimiento personales
Organizar su tiempo para cumplir responsabilidades
Participar en intereses
Haber cumplido con sus Roles (pasado)
Haber mantenido hábitos (pasado)
Haber logrado satisfacción (pasado)
Podría decirse que un factor protector del consumo problemático de drogas tiene que ver con el grado de autoeficacia que la persona experimenta. Por autoeficacia se entiende los juicios sobre el grado en que uno mismo puede organizar y ejecutar patrones de acción requeridos para tratar con situaciones futuras que contienen elementos ambiguos, impredecibles y a menudo estresantes (2). Entonces la experimentación de actividades que pongan a prueba las habilidades personales, superar limitaciones, hacer un esfuerzo sostenido, iría construyendo una identidad ocupacional, y el mantener un patrón emocional y conductual que permita poner en práctica y actualizar dicha identidad, fortalecería el grado de competencia ocupacional. Estos aspectos mantendrían a la persona, especialmente al adolescente y al joven adulto, enfocado en una vida activa con propósito, en un contexto de equilibrio ocupacional. Estos mismos aspectos se presentan relevantes en los procesos de rehabilitación del consumo de drogas, dado que la confianza en la propia eficacia influye en el esfuerzo empleado en los procesos de cambio. Por otro lado, que la persona en rehabilitación logre un equilibrio ocupacional entre un rol productivo, tiempo libre saludable y autocuidado va estrechamente asociado a una definición de su identidad ocupacional y la puesta en práctica de esta (es decir, que despliegue su competencia ocupacional).
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Generalmente se suele pensar que el consumo de drogas es un problema pues conlleva problemas sociales, laborales, económicos, familiares, etc. Es usual que las personas consideren que aunque hacen uso de sustancias de manera regular, no presentan una dependencia cuando en sus vidas mantienen cierto nivel de funcionamiento y rendimiento en estos mismos ámbitos. Igualmente, es usual que busquen tratamiento justamente cuando a causa del uso de sustancias pierden sus trabajos, sus parejas, sus familias, su estabilidad económica, su rendimiento laboral, etc. Sin embargo, quienes trabajamos en el campo de las adicciones nos damos cuenta que esta consulta tiende a ser en general bastante tardía, es decir, se acude por ayuda para abandonar el consumo una vez que se ha instalado una dependencia severa, de alta magnitud. La realidad clínica entonces nos muestra que en general los sujetos buscan ayuda tras un largo camino de consumo, sin darse cuenta tanto ellos como sus cercanos del problema de adicción que se ha instalado en sus vidas.
Entonces, ¿cómo darnos cuenta que existe un problema de consumo antes que se llegue a una dependencia de alta severidad, antes que el sujeto que hace uso de sustancias, viva tanto deterioro y genere tantas pérdidas?.
El consumo de sustancias es problemático no sólo por los efectos bioquímicos que la sustancia genera a nivel del organismo, aunque éstos sean de suma relevancia tanto en el desarrollo de la dependencia física como en el deterioro psicofísico del sujeto. El uso de drogas es problemático para el sujeto pues, antes que se instale la dependencia física, se instala una relación peculiar y particular entre el sujeto y la sustancia que consume.
El sujeto que desarrolla una adicción encuentra en el uso de la sustancia un efecto especial. Por una parte, ésta permite primeramente un alivio a nivel emocional. Generalmente permite en el comienzo del uso de la sustancia superar ciertas inhibiciones, superar ciertas inseguridades, permitiendo al sujeto sentir un encuentro más armónico tanto con los otros como consigo mismo. El uso de la droga permite, generalmente, el desarrollo de un espacio representacional, mental y emocional, donde el sujeto siente que lo que desea en lo más íntimo de su ser puede fácilmente coincidir con los elementos de la realidad que generalmente se oponen a ello. Por ejemplo, si una persona vive el abandono por parte de su pareja y sufre por aquello, bajo los efectos del alcohol siente que ya no es “tan importante” ese dolor, que “esta pareja no vale la pena”, etc. accediendo rápidamente a un estado mental y emocional esperado y deseado, es decir, al término del duelo. Lo que yo deseo, gracias al uso de la sustancia, se vuelve una realidad en segundos y ese es el efecto seductor del uso de la sustancia.
La dependencia se instala entonces pues el sujeto busca una y otra vez este espacio de realización de sus deseos sin mayores costos, sin contratiempos, perdiendo progresivamente la capacidad de buscar en la realidad la realización de los mismos. En otras palabras, encuentra un refugio en la fantasía, que se instala como tal pues afectivamente tiene un impacto tan importante como el impacto real. El mismo sujeto del ejemplo anterior, aquel que pierde a su pareja, mientras ingiere alcohol no piensa: “ésto es como si ya la hubiese olvidado”, sino que termina sintiendo “¡yo en realidad ya la olvidé, ya no me importa, no siento pena o dolor!”. He ahí la trampa y el poder de las drogas.
La abstinencia se torna dolorosa entonces no sólo por los síntomas físicos que van apareciendo producto del uso reiterado de la sustancia, sino que también porque enfrenta a la persona con la triste realidad. Esa realidad donde sus deseos no están realizados, donde todo lo que ha sentido como resuelto retorna como algo en realidad jamás realizado. El adicto huye de la realidad pues esta se torna dolorosa afectivamente para él. En la vida sin drogas, no puede seguir siendo el sujeto de sus fantasías, aquel que carece de problemas.
Si con una sustancia me alivio de las presiones de la vida de forma recurrente, debo saber que tengo un problema de consumo de sustancias, aunque aún no presente pérdidas significativas o síntomas médicos de abstinencia física. Las pérdidas en el ámbito social, económico, laboral y familiar son consecuencias justamente de este refugio mental y emocional que el sujeto encuentra mediante el uso de la sustancia, y es aquello la causa de su uso reiterado en el tiempo.